Los días se metieron todos juntos en la juguera hasta quedar disueltos en un jugo espeso de tiempo que requería de un experto en tiempo y rutina para poder distinguir los sabores de cada uno. La pizca de libertad de los viernes en la tarde, el hastío de los miércoles en la mañana y el silencio del domingo en la noche.
El problema de con este jugo es que se vuelve algo tan cotidiano como las micros llenas y casi tan imperceptible como la baja de las temperaturas que preceden al final del verano; al paso del tiempo y a cómo se me borra tu cara de la memoria, perdida entre tanta gente cansada del metro, hormigas saliendo del hormiguero, sardinas sin nombre en una lata contenedora que se abre y cierra cada dos minutos y medio.
Fue en ese momento cuando se me empezaron a confundir los días, las horas. Dejé que se convirtieran en recuerdos vagos entre cosas que pasaron y cosas que me imaginación visitó sin llevar a mi cuerpo a hacer sombra. Fotocopias con membrete borroso. Copias cuando quieres descubrir el original, la cinta que contiene el master. ¿Somos accidentes esperando a ocurrir (como canta Yorke en There there)? ¿O estamos tan equivocados que llegamos a pensar que 2+2 son cinco?
Los lunes me despertaron, los martes de hacer lo que hay que hacer; lo miércoles se hicieron interminables y los jueves se convirtieron sólo en la extensión de un miércoles horrible. Los viernes avanzan lentos y cancinos, pero con la sensación de que una vez más la semana se hizo más corta; pero ¿para qué? ¿Para ordenar, ir a la feria y dormir y disolverte en un trago con la excusa de que por fín te saliste de la rutina? Jajaja
Fue para que el domingo llegara a hacerte dormir y te diera pena cuando despiertes y te des cuenta que ya estás de nuevo parado en tus pies. Para que te quedaras dormido soñando cosas que no son o que son demasiado verdad. Para que el reloj y su maldito avanzar te sacaran de tus retrocesos y vamos, ¡arriba!, que ya es lunes.
De nuevo.
Y qué podemos hacer para no caer en la rutina? Yo trabajo desde casa, sentada en mi escritorio y trato de no hacerlo rutinario, pero me afecta algo peor…la flojera y preferiría estar trabajando en una oficina con un jefe que me estuviera presioando… Y qué hay de aquellos que viven de los que les da la tierra y el mar…no viven rutinas también?
Quiénes son los afortunados que no viven envueltos en la rutina? los que logran distinguir los días y disfrutar de cada uno de ellos?…