Tenía una ampolla en el pie. Por eso llamé.
Lo del calor es lo de menos. Igual estaba sudando en el asiento trasero. Tenía sed y de perrente la santiaguina imbécil se come el PARE.
Yo esperaba una chantada de esas escandalosas que azotan a todos los tripulantes del bólido, pero no. Mi vieja me sorprendió con una maniobra pistera como un Fitipaldi experimentado. Le hizo el quite al auto, se fue contra la esquina y se subió a la vereda, pasó entre árbol y reja para volver hacia la calle. Si siguen atentos la mancha del acéite que empezó a caer, verán la violencia de la maniobra.
Por suerte nadie salió herido. El negro-móvil o la “nave espacial” no le pegó a nada. Ni a la reja, ni al árbol, ni a una señora con un cabro chico que atinaron a hacerse un lado, ni al auto que se nos venía encima.
Ni siquiera me dio miedo. Sólo atiné a bajarme. A revisar que mi mamá y mi hermana estuvieran bien y, por supuesto, (por si alguien ya lo dudaba) a putear a la conductora a cargo del auto irresponsable.
No es por ponerme cuático, pero si mi vieja no le hubiera hecho el quite, algo más habría pasado. La muy estúpida de la santiaguina iba con el auto lleno de cabros chicos sin cinturón de seguridad.
Yo también.
Lo del calor es lo de menos. Igual estaba sudando en el asiento trasero. Tenía sed y de perrente la santiaguina imbécil se come el PARE.
Yo esperaba una chantada de esas escandalosas que azotan a todos los tripulantes del bólido, pero no. Mi vieja me sorprendió con una maniobra pistera como un Fitipaldi experimentado. Le hizo el quite al auto, se fue contra la esquina y se subió a la vereda, pasó entre árbol y reja para volver hacia la calle. Si siguen atentos la mancha del acéite que empezó a caer, verán la violencia de la maniobra.
Por suerte nadie salió herido. El negro-móvil o la “nave espacial” no le pegó a nada. Ni a la reja, ni al árbol, ni a una señora con un cabro chico que atinaron a hacerse un lado, ni al auto que se nos venía encima.
Ni siquiera me dio miedo. Sólo atiné a bajarme. A revisar que mi mamá y mi hermana estuvieran bien y, por supuesto, (por si alguien ya lo dudaba) a putear a la conductora a cargo del auto irresponsable.
No es por ponerme cuático, pero si mi vieja no le hubiera hecho el quite, algo más habría pasado. La muy estúpida de la santiaguina iba con el auto lleno de cabros chicos sin cinturón de seguridad.
Yo también.