Ahora vengo a enteder. Cuando pasaba y lo veía trataba de ignorarlo, mirar para otro lado y seguir con lo que tenía que hacer, preocupandome de mis asuntos y seguir el ejemplo de mi viejo: hacer la pega en silencio, hacerla bien y no meter mucho ruido. ¿Destacar? Claro, pero por hacer bien el trabajo.
Ahora entiendo clarito. No se trata de eso. Ni siquiera hay que hacer bien la pega o sentirse a gusto con ella. Da lo mismo: pega es pega, plata es plata y nada más.
Es cosa de contar con un empujón de buena suerte y listo. Con el tiempo aprendes lo necesario (no creo que mucho más), a quién debes sobarle el lomo y eso sería. Pasas de “apitutarte” a “apernarte”. Imagínate si a eso sumas el convertirte en padre, todo un mérito.
Ese día llevaba el mejor discurso ajado y memorizado de tanto llorar entrevistas. Pero esta vez, me puse nervioso y no logré que levantara la vista. Mi corbata azul y mis pechos prominentes desbordando mi escote sugerente no fueron suficiente para que me recordara. Me contestó con un revés perfecto la dificultad de mi nombre y un golpe certero en el estómago, de esos en primerísimo primer plano en cámara lenta, centraban en una boca que pronuncia: “el problema, emm… Cristóbal, es que … mmmm … no tengo referencias tuyas.”
Listo. Fin de la conversación y a la lona.
Ya hacía calor en Santiago ese día.
Junto a esas cervezas amargas y marinas de don Alberto me entregaron un premio. “No se trata de quién es mejor o quién es peor, porque nosotros le sacamos el rollo al tiro de quién le pega al cosido y quién no. Usted, Compadrito Moncho, lo hace muy bien, quédese tranquilo. El problema es que está en una sección, escúcheme bien que lo voy a decir sólo una vez, de MARICONES y a esos maricones, no les gustaste.”
Bueno, clarito. Me quedo con eso.
Amigo, no desesperes. Supieras cómo gasté suelas y me humillé antes de caer aquí, y ojo, que digo caer, porque no fue la diosa fortuna la que me abrió sus puertas. Al contrario, acá se viene a “morir” como periodista, en el sentido que es muy poco lo que puedes mostrar de tu talento. Yo leí notas tuyas y son buenas, que no te agarre el desaliento. Cuando pasé por las mismas tuyas (más de un año golpeando puertas y mientras vendiendo AFP) mi viejito me decía: “De repente va a saltar la liebre”. Tuvo razón. No me gusta saber que estás pasándolo mal. Lo de maricas, es sabido. Te apuesto que si me dejo bigotes ¡hasta me arreglan el sueldo! Jejejé.