Desalojando y destruyendo

Había que hacerlo, ok. Hasta podría mencionar otras formas de evitar todo lo que está pasando, pero ya no vale la pena. Es como cuando vas a terminar con tu pareja, con tu pareja de mucho tiempo. 🙁
Sucede que todo el concepto de “El desalojo” (no lo he leido y no me interesa leerlo), me suena a “embargo” y violencia. A sacar a patadas el inmobiliario del deudor, los gritos y varias cosas más. A destrucción.
Creo que la política no debiera ir por ese lado y hoy esa dirección es evidente. Es precisamente ese el punto en el que la clase política que nos representa se equivoca, simplemente porque no lo hace. Espero que no estemos tan llenos de odio hacia la labor del otro, tan enojados con el jefe de turno o tan deseosos de poder que arrasamos con todo sin medir consecuencia alguna.
Mala onda.
No es que me ponga la camiseta bacheletista, porque en realidad llevo la bandera de hacer las cosas bien (y de la liberación del Tibet), sólo porque es la única forma de hacer las cosas. Punto. Obrar de buena manera, sin cagarse al de al lado.
Todo este tiempo he tenido la impresión de que ella quiere eso para su gobierno. Hacer las cosas bien, pero la manga de imbéciles a los que les debe favores hacen que sólo se kede en buenas intenciones y siempre falla. Como hoy. La impresión que deja es que una trizadura, algo se rompió y para siempre, en cámara lenta. (Fundido a blanco, porfavor).
En menos de 3 meses, la Alianza (alianza por chile?, guac) logró hacernos retroceder en una caza de brujas educacionales. En vez de avanzar, retrocedemos. Súmale la sacra resolución del Tribunal Constitucional.
Está bien, es responsable y no puede desentenderse. Debe asumir. Pero queda el gustillo ese de que esto no se trata de bien nacional, sino del bien político. Buen espectáculo en todo caso, de esos morbosos que nos sentamos a ver a la hora de onces o de esos animados por el Kike Morandé cuando ya no queremos pensar.
Da lata, en serio, porque esto no es menor.