y yo sé lo que va a pasar ese bendito día.
Luego de meditar durante mucho rato, decidirás que lo mejor es hacerla corta y precisa. Sin espacio a la duda. Sin repetir ni equivocarse. Para asegurarnos, una pastilla de esas que tan poco nos hacen sentir o uno de esos que tan poco nos hacen que las cosas nos importen.
Entonces, con tu coraza de caballo de general de guerra y tus manos sudorosas tomarás tu celular vaciado de minutos invisibles y me enviarás un mensaje.
O tal vez, Maga, elijas una de esas nuevas plataformas tan modernas e insensibles donde por toda una semana te recordara hoy es el día. Nada de oirnos.
Ni mirarnos.
Ni olernos.
Ni de explosiones en el cielo.
De llevarte la torta.
O chocar el auto.
Por lo menos, no enfrente tuyo.
Ese será, entonces, mi regalo.