¿Y qué te pasó?. ¿Dónde dejaste la armadura?, ¿tirada en el bosque?. Te confundiste entre medio de los árboles y buscaste ayuda. Usaste tu lonchera colegial y con tu lápices de cera dibujaste el camino de vuelta a casa, ahi donde nadie te puede tocar, donde puedes hasta respirar debajo del agua y disfrutar de horas enteras chapoteándo en la tina.
Trajiste tus juguetes de vuelta, como todos queremos, y te encariñaste. Ni hablar de sentimientos mayores, de esos que te llevaron a equivocarte y confiar en personas que terminaron por sacarte un pedacito de corazón. Lo siento. A mi también me pasó.
Te dieron, entiendo. Guardaste tu traje de cazador despiadado para intentar domar la bestia, tu nueva bestia, vaya idea. Parecías implacable, en serio. Pero apuntas al pecho, piensas por medio y te caes si te empujan.
Yo te veía grande como un árbol, pero como los niños, te proteges con un anillo, te encierras en condominios de conserjería eficiente y manejas autos seguros, respetando siempre las normas del tránsito; esperas tu turno en el semáforo mientras sueñas con viajes al extranjero que tapizarás con fotos (ni si quiera recuerdos) para publicar en feisbuk.
Lástima, estimada, que toda tu armadura esté oxidándose en el bosque y que tu anillo no me detenga. Que tus rejas sean un chiste y que tus ojos y tus hijos sigan siendo míos.