Sin haber escuchado aún la nueva placa de Sinergia, es fácil adivinar de qué trata. Hoy, en verdad, es un orgullo ser chileno y ser parte de todo esto. Siento el pecho hinchado por la participación de la ciudadanía que “recibió el mensaje, que entendió el mensaje”.
Un mensaje lleno de alegría y esperanza. De esa que mi sicóloga me dice que tengo que recobrar, junto al sentido para hacer las cosas. A mi me parece excelente, de todas formas.
Reflexiono que, sinceramente y sin lugar a dudas, cómo no dejarse seducir por un mensaje tan optimista como el del programa de ambos candidatos. En particular con lo propuesto por Piñera. Sí, en serio, en serio, en serio yo quiero uno de ese “millón de empleos con sueldo digno”. ¿Cómo no quererlo?
Sé también que en el fondo, también te queda esa incertidumbre que justifica el haber creído y comprado ese discurso de la alternancia. Yo te invito a pensar, ¿te acuerdas cuando tus viejos se separaron, todo el dolor que te causaron? Bueno, piénsalo. En el fondo lo que ellos querían no es que pensaras que se habían dejado de amar, de querer y respetar, sino que buscaban que comprendieras que lo que ellos querían era “alternancia”.