Son 15, son 20, son 30

Esa apestosa línea que casi convence con alegría que el paso del tiempo no importa, me recuerda que, una vez más, el calendario ha dado una vuelta completa y hay cosas que celebrar, analizar y repudiar; pero, ups, la verdad es que no hay mucho que “festejar”.

Tal como el Quinto Centenario fechado en 1992 y el prominente Bicentenario patrio (que merece un post aparte), mi cambio de folio puede verse desde afuera como una oportunidad clara para tirar la casa por la ventana, pero, oh wait. Parece que no tanto, eh. Razones  tengo, no creas:

– No tengo pega estable. A esta altura tú ya tienes tu cuento armado, sabes lo que tienes que hacer y lo haces. No importa si es rutinario, fome o sin sentido: tienes. No seas malagradecido.  Piensa que por lo menos no estás esperando uno del millón de empleos con sueldo digno.

– No tengo esposa, ni novia, ni polola. Lo siento, lo intenté, lo hice en serio y fallé. Lo hice varias veces, puse el corazón y algo más en ello. Lo sabes. No tengo ni terremoto porque justo me vine a La Serena. Por lo menos, no cumplo 51 días en ayuno en protesta por no ser considerado un terrorista y sí un mapuche (más encima ignorado por los medios).

– No tengo hijos. Si me sopla el viento, se acabó. A esta altura, yo ya había nacido hace rato y tenías el cuento claro, eso de las prioridades, de las motivaciones, las necesidades. Tu agua es clara y cristalina. No como la mía, que tengo que preocuparme  por tener una solución energética eficiente, pero también por tener un país que mostrarle a mi hijo.

– No tengo deudas. Esto podría ser algo bueno, pero la verdad es que mientras más pasa el tiempo, menos creo que las posesiones materiales sean LA meta. Ok, quiero un auto, pero no tiene por qué ser nuevo, ni siquiera tiene que ser grande. Sólo tiene que cumplir la función del auto, o sea… por lo menos no engaño ni timo a nadie. Soy una buena persona, NO me cago a nadie y NO me llamo Transantiago.

– No tengo salida. Volver a La Serena era MI salida.  Necesitaba salir de Santiago un rato porque me estaba muriendo, pero ahora da lo mismo si me intereso o no por pegas: NO me llaman. De hecho, la cifra de correos con mi CV y con el título de: “Antecedentes Periodista” debe ser pa’ la risa. No me pescan ni pa’ hacerme pitanzas y los únicos que me sí atinan a llamarme son el 103 (cuando se acerca la fecha de pago) y mi mamá. Gracias. Lo aprecio. Por lo menos no vivo de la fé ajena, ni me apellido como el famoso “religioso” ni me aprovecho de eso para abusar de unos cuantos menores de edad y cagarles la vida.

– Estudié y me especialicé en algo que vale madre. Eso de que “estudie lo que sea su vocación, mijito” es una gran mierda. Los periodistas ganan mal y para tener un mejor pasar, hay que sacarse la cresta o tener una buena estrella. A veces pienso que sólo soy yo, pero la verdad es que me he visto con los ojos bien abiertos… Ojo, que con esto no digo que los demás no se esfuercen en sus trabajos, sino que para el periodisto es necesario tener dos pegas o tres pegas, sacrificar fines de semana, horarios brutales, malos tratos y una larga fila de etcéteras. ¿Exagero?, ¿tú creís?. He pensado mucho eso de “siendo estúpido serás feliz…” y la verdad es que sí. Es cosa de que te des cuenta quiénes  junto con trabajar, “hacen” clases. Mi problema es que muchas veces la pienso mucho. Tal vez demasiado.

¿Sigo?, ¿ya te aburriste? podría seguir hablando (de mineros atrapados, de esclavitud, sistemas educacionales, planes auge, neoliberalismo…) pero mejor fumémonos un cigarrito y pensemos en otra cosa, ¿te tinca? Y sí, gracias por acordarte.

🙂