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Fast car

I remember we were driving, driving in your car
The speed so fast I felt like I was drunk
City lights lay out before us
And your arm felt nice wrapped ’round my shoulder
And I had a feeling that I belong
And I had a feeling I could be someone, be someone, be someone

(Tracy Chapman)

Ahora entiendo cuando dicen que la vida es corta. Que avanza más rápido y que el tiempo se nos pasa sin siquiera darnos cuenta cuando estamos viejos; imposibilitados de hacer las cosas que siempre quisimos. Lo siento, no te dí los besos ni los abrazos que debimos. Hay veces que incluso pienso que no fuimos lo suficientemente felices como pudimos y debimos ser. Siempre hubo algo, no nos dejaron o que simplemente nos dio miedo.
De un día para otro me percaté que ya no controlaba el tiempo, que alguien iba apretando el acelerador muy rápido y que yo iba sentado en el asiento trasero, sin ninguna posibilidad de bajar la velocidad. Incluso hay momentos en los que me he dormido y el paisaje cambia de cordillera a mar. Narcolepsia es el concepto. Uno se duerme y se pierde de toda la pelicula. Cuando abre los ojos está viendo (y viviendo) una realidad totalmente distinta (Excompañeros de colegio van por el segundo hijo, cambian su auto a uno del año y ya usan palabras como “dividendo”, “pega” o “jugo de durazno, porfavor… ya no bebo”).
Eso mismo, pero consciente. Con los ojos abiertos. Lo malo es que no recuerdo QUÉ fue exactamente lo que pasó. Tal vez no pasó nada, pero el punto es que desde hace por lo menos unos cuatro o cinco años, la nave ya no la controlo yo.
Las efemérides se me repiten. Como ese análisis a lo que pasaría en el año que un astuto dirigente de la Alianza realizó, creo, a principios del 2005.
A veces hay momentos de vértigo absoluto y otros de quietud octogenaria. A veces la música suena fuerte y otras el silencio es como la muerte. Siento que vamos embalados (o hechos las velas, como gustes) y no alcanzamos a hacer nada cuando ya nos dan las seis y ya es la hora de salir del trabajo para volver a la casa a ver a la gorda y anestesiarnos con tele hasta que se nos cierran los ojos. Show de noticias mediante, recibimos realidad Transantiaguinezca ajena, foránea, nos movemos más rápido y anhelamos que lleguen luego los goles para ver algo “agradable”.
¿Qué hacemos entonces?, pongámonos de acuerdo: ¿Nos levantamos más temprano?, ¿la hacemos más corta en la hora de almuerzo?, ¿dejamos de sacar la vuelta con el cafecito?, ¿cerramos el messenger?. ¿Hagamos todo eso pa’ hacerla “más productiva”?. Es otra noche más, de caminar, es otro fin de mes, sin novedad. (¿te suena?).
En esa época ya sentía que remaba más lento. Ahora, que aprovecho cada vez más el oleaje. Que me he programado, perdón: acomodado, al horario. Lo que asusta no es que yo lo sienta, sino que conozco a más de una persona que ya simplemente no rema. “Estoy tranquila con mi pega, gano un millón de pesos al mes y bueno… no tengo mayor ambición”, me han confesado. “No pienso en una casa, en casarme o en tener hijos…” es otra. “A veces llego apenas a fin de mes, pero mi única meta este año es ir a Brasil”. Nada de crecer, de ser más o lograr algo “concreto”, “noble” o “tangible” que pagarse el mejor copete el fin de semana, andar en el cacharro propio, la mejor pilcha para no desentonar o el tur más exótico que la agencia te puede dar. Seguir de turista. Mentalidad de turista. Silencioso, anestesiado testigo de la realidad de otros, muchas veces con un idioma extraño.
(Te quería decir que te quiero mucho pese a que no hablemos nunca) Me da miedo y a veces no puedo hacer nada. Me quedo inmóvil con los brazos pidiendo explicaciones y ordenes al cerebro. Tal como ese día que dije que me iba del diario y me dijeron “bueno, ok…” cuando esperas que te digan “pucha, quédate”, ese día que cortaste todo de raíz por una cuestión de sanidad mental y sentiste que algo pasaba en el aire. Ese mismo día que las mariposas volvieron al estómago, ese día que encontré a Wilino muerta y el cielo estaba rojo.
Yo siempre he dicho que es mejor pasar la pena grande solo. Y pasarla bien pasada. Llorar lo que hay que llorar y pensar lo que hay que pensar. Hay procesos más largos que otros eso sí. Luego nos vemos afuera, en la vida real o aquí adentro, entre medio de las líneas.

Ciencia, Teoría y Desarrollo Sustentable

Leyendo sobre políticas públicas me viene a la cabeza la frase más que repetida : “desarrollo sustentable”.
Al gobierno le gusta hablar en esos términos técnicos y luego llenan las reparticiones públicas con programas desarrollados a partir de ellos. El maldito desarrollo sustentable viene a ser una de esas frases que no tienen sentido y que se ven bien donde se las ponga. Suena importante, inteligente, … Suena a demagogia.
Cuando un estudiante de ciencias en este país busca, por ejemplo, becas de apoyo para tesis regionales, ¿cuál es el primer requisito que se pide?. Que aporte al desarrollo sustentable de la región. Y si estudio teoría de operadores en mecánica cuántica, ¿me pueden explicar cómo mis operadores sirven para el desarrollo sustentable de mi región??. A mí todavía no se me ocurre la mentirilla apropiada para convencer a estos administradores de fondos del gobierno de que los estudios y la labor que yo realizo tiene la importancia suficiente como para darme auspiciarme monetariamente. Por que la firme… importancia tiene, pero a nadie en esta región le va a importar (lo) que yo estudie porque ni siquiera se ve… ni siquiera yo lo veo cuando falla la concentración.
Ahora el gobierno (Conicyt, Explora, etc…) le da como bombo en fiesta a todas la iniciativas para el desarrollo de tecnologías y divulgación científica. Y es que necesitan acercar la ciencia a las personas y aumentar la productividad científica del país (porque en los países desarrollados es una actividad muy bien vista)… Pero de verdad, ¿esto les interesa a los políticos?. ¿O es que necesitan justificar el uso de fondos en ciertos programas que no llegan a ningún puerto?. Porque la plata del gobierno que se va a ciencia, ¿cómo se va?, ¿en reuniones entre gente que nada sabe de ciencia (pero sí mucho de gestión)?, ¿se va en los coffee-breaks y en carpetas y afiches?. Tal vez vaya a exposiciones escolares sobre las chinitas que se fueron la espacio, o en apoyo a los científicos que trabajan para el “desarrollo” de las regiones.
Es así como quedan muchos científicos afuera de esta repartija… ¿¿¿qué pasa con los que no trabajan para el sector agropecuario, o para la minería, o para las pymes, o para las grandes transnacionales…??? ¿qué pasa con aquellos que hacen su trabajo en la cabeza y luego en el papel, pero que no aplican nada y todo lo teorizan?. Esos científicos no son incluídos en las políticas públicas, ¿será por lo poco top? Ah, no, es que no sirven para nada inmediato… sus teorías puede que revolucionen la forma de ver la realidad en 10, 50, o 100 años más, pero ahora, en este preciso momento, la gente no les ve ninguna aplicación, así que no importa que existan o no.
Un teórico hace ciencia porque busca entender, en ese proceso busca (la) belleza… publica teorías porque llegan a su cabeza y no puede más que escupir la verdad, sin preocuparse si al vecino le servirá de algo. Ahora ésta gente en Chile tiene que, además de hacer sus calculitos, venderse cual producto al mercado tradicional y convencer al Estado que son merecedores de fondos… que al final, igual lo de ellos vale la pena… ya verán… algún día, algo saldrá de tanta filosofía. El establecimiento de verdades no es precisamente un buen negocio en Chile.
El desarrollo sustentable viene a engrosar la lista de términos como “deuda país”, “proyecto país”,”inteligencia emocional”, “liderazgo”, “gestión”. Todos términos que se han quedado en el neolenguaje del Estado, que se empeña en mandar al extranjero a gente a doctorarse en “liderazgo”, en “gestión de políticas públicas”…¿para qué? para que al implementar un sistema nuevo como el Transantiago. En vez de obtener una revolución, obtiene un colapso. ¿Por qué aquí siempre la cagan??

PD: Un ingeniero en informática me preguntó una vez por qué yo hacía lo que hacía… por qué estudiaba cosas que no servían, que no tenína ninguna aplicación (inmediata). Yo me quedé pensando en la estrechez de su mente, porque si a él no se le ocurría qué hacer con lo que yo estudiaba, el problema era de él… no mío.

Hidrocarburos

El tema no es acceso a los recursos de hidrocarburos, sino el control de ellos (y las ganancias para las corporaciones energéticas). El control sobre los recursos energéticos proporciona “instrumentos para la intimidación y el chantaje”.

Noam Chomsky citando a Dick Cheney, La Nación Domingo, 11 de febrero de 2007

Ave palta

Cada vez que como, me acuerdo. Estaba hace un par de años haciendo la fila en el casino para comprar una palmera. La señora que atendía, pese a que siempre era muy buena gente, tenía cara de cansada y de sólo querer irse a la casa de una buena vez.
Adelante: un mechón que estuvo mucho rato mirando el menú. Cuando es su turno, abre la boca y dice:

– Señora, señora… ¿qué lleva el AVE-PALTA?
– … (suspiro)… ave y palta.
– ahhh…. ¿y le puedo echar mayo?

¿Existe la herencia musical?

No es por estar más viejo o menos tolerante, como siempre se me acusa. Quienes estudian, analizan y reflexionan sobre eso que mantiene unido al mundo y que se conoce como música, han postulado que ésta (globalmente hablando), siempre cumple con ciclos denominados “olas” (a la usanza de Alvin Toffler) que chocan entre ellas en un proceso que emula el símbolo del infinito.
Si lo que escuchamos es producto de la influencia mediática, nuestra educación, entorno, posibilidades y estado anímico, entonces podemos pensar que no se trata de un asunto tan simple como el que supone prender la radio o echar a correr el winamp y llenarlo de mp3s de forma de sentirnos “agradados”.
Nuestra formación individual nos lleva a recibir como base la música que escuchan nuestros padres lo que puede marcar nuestras tendencias como también traumarnos. Se supone que si tus viejos escuchan a The Beatles, Beethoven, Mozart o algo “adecuado”, podríamos hablar de una buena base. Pero la verdad de las cosas es que la mayoría de las veces lo que recibimos es una melcocha de canciones impuestas por moda, las radios (hang the dj, hang the dj como cantaban The Smiths) y con harta suerte, algunas melodías que quedan de esos discos que la industria introdujo bajo el concepto de música para hacer a los bebés inteligentes.
Sin embargo, todos sabemos que eso es un chiste. Lo que más se traga es pop. (Sucio y asqueroso). Pop comercial y por lo tanto, desechable.
Entre nosotros, ¿cuándo fue la última vez que compraste un disco original?, no nos pisemos la capa entre súper hérores (o la manguera entre bomberos, para hacerla más pop) y preguntémonos cuándo fue la última vez que escuchamos un disco original. El mp3 es lejos más cómodo y blah, blah, blah, pero también condena a la música a convertirse en una mera anécdota, en una descarga constante por Ares, Limewire o lo que sea. Limita al cantante a los tres minutos y elimina por completo el concepto de disco (o album).
Suma a esto las corrientes de influencia directas en la sociedad como Mtv (o empty-ví, como quieras) e internet (o internerd) que al formar equipo con la tecnología ha permitido que chicherías como los pendrives reproductores de emepetrés desplacen a los ya generacionales walkman.
Si antes los viejos entregaban sus vinilos a sus hijos y éstos, a su vez los cassetes o cidís a su familia, ¿hoy qué heredaríamos?. ¿Discos con emepetrés?, ¿pendrives con reggaetón para decir: “mira hijo, ésta es la música con la que conocí a tu mamá”?. Tal vez hay algo que no está funcionando…

¿Demo-qué?, ¿demo-cracia?

Cuando me preguntan si en realidad voto y por qué lo hago, siempre recuerdo una frase que a más de alguien le sonará izquierdosa-mala clase. Pero la justificación viene de una cuña que leí y que rezaba que “votar es lo mínimo que se puede hacer, que muchos chilenos murieron sin tener ni voz ni voto…”. Es cosa de pensar un poquito no más y darse con una piedra en los dientes.
Un asunto aparte es que las opciones que se te entreguen en el voto no te representen. Siempre está la opcion de anularlo, tal como te lo gritan las paredes, la opción de rayar y evitar un “mal mayor” o “votar para anular el voto de…”. Sin embargo, independiente de la posición que elijas, es dentro de la urna, cuando eres sólo tú y el papelito, el momento en que se conjuga ese concepto extraño, prácticamente imperceptible que se SUPONE es la democracia.
Ahora, el problema viene siendo eso de la representación de la sociedad. Pero, con la mano en el corazón, ¿te identificas con la clase política?. Izquierda, derecha, centro, no importa porque cada año mejoran en hablar distinto a quienes “representan”. Como un Adolfo Zaldívar o un Larraín, ¿me entienden?
Ahora que las elecciones municipales se avecinan y comienzan poco a poco a llenar las páginas de los diarios y los minutos en los noticiarios, traigo a colación dos noticias que me quedaron dando vueltas. La primera es una entrevista aparecida en La Nación Domingo de su última edición. En entrevista con el ex Intendente de la Región Metropolitana, Marcelo Trivelli, el periodista Boris Bezama le pregunta: “…ustede reconoce que la DC no tiene ganado el derecho a llevar candidato presidencial? Sí, responde Trivelli, con la misma fuerza manifiesto que los cupos, los cargos y las candidaturas no son de los partidos ni de los candidatos, sino de la ciudadanía” (La Nación Domingo, domingo 25 de febrero de 2007).
En una posición totalmente opuesta, la segunda noticia pertenece al queridísimo Diario El Día y trata de los nombres que suenan para la alcaldía de La Serena, considerada por esa publicación como “emblemática” (de qué, no lo dice). Respecto a una posible reelección del actual alcalde socialista Raúl Saldívar, el edil reconoce que “por más que en la región o en la comuna aspiremos a un tipo de negocación (por decidir quién será el candidato) con los partidos aliados, la determinación va a ser dirimida por el nivel central”. (Diario El Día, juves 1 de marzo de 2007). Yo supongo que no formo parte de ese nivel central.

Importa si te gusta Coldplay

Cuando a mediados de los noventa, Pearl Jam se fue de cabeza en contra de Ticketmaster por inflar los precios de las entradas a sus conciertos, se pudo agradecer el gesto a la distancia y mirarlos con un poco de envidia. Mal que mal, un grupo popular y taquillero daba la pelea porque su mensaje llegara a la mayor cantidad de personas posibles. Se peleaba para que lo que tenían que decir (no sólo musical) fuera escuchado por todos, en todos lados. Fuerte y claro. Su argumento en aquella oportunidad apuntaba a que si una persona de pocos recursos puede acceder a pagar la entrada para un show, la experiencia musical podría cambiarles la vida. Tal como a ellos. Por eso que el ir a conciertos no debiera dejarte en la bancarrota, con un hoyo en el bolsillo.
Bueno, de eso mucho tiempo y la resolución final para el conflicto con la monopolizadora número uno del mundo en entrega de boletos para eventos deportivos y artísticos nunca la llegué a conocer.
Lástima que cuando Pearl Jam vino a turistear al sur del mundo haya olvidado la lucha que los hizo grandes y cobró vía Ticketmaster “sólo” $18.000 por verlos en cancha. En dólares, mucho más de lo que ellos consideraron el precio razonable por un espectáculo de rock.
La idea es la incosecuencia. La misma que expresa el vocalista de U2. Vergüenza le deberían dar las fotos con el génocida top de gringolandia en las que le sale dando la mano y pedirle a quien escuche sus discos que se suscriba a Amnistía Internacional y a GreenPeace. Al caradura ése le falta ir a Guantánamo y llevarles su último disco a los prisioneros.
Vergüenza debería darle que lo postulen al Nobel de la Paz y asegurar que le preocupan los países del tercer mundo, mientras enriquece a costa de ellos mismos por las entradas a su “show de primer nivel”. Filthy luccre live. Si vamos llenarnos los bolsillos con plata, porfavor… que no digan que les preocupa la pobreza de los subdesarrollados.
Los Rolling Stones se guardaron sus buenos millones de U-S-A-Dollars en su última gira. Fueron los que más ganaron, pero es cosa de imaginarse quiénes les siguen de cerca si vienen a Chile hace ya un año a llenarse los bolsillos. ¿Recuerdan cuánto costaban las entradas para esos conciertos? Yo sí.
Da risa. Porque a falta de Bono, nos mandan a Chris Martin, “el sucesor de Bono”. ¿Se han dado cuenta de los apelativos a su persona que les dan las notas televisivas? Jaja. La publicación de su disco A rush of blood to the head mostraba al señor Martin mostrando en su brazo la leyenda “www.dropthedebt.com” en alusión a un sitio que promovía la condonación de la deuda del tercer mundo. ¿Y luego qué pasa? $40.000 la entrada más barata y en el sector más alejado de la capital, porque para llegar al Espacio Riesco hay que ir en auto sí o sí. Porque si ya era odisea hacerla en el sistema antiguo de locomoción, imagínense cómo es ahora con TranSantiago, jaja.
Es decepcionante (tengo pegado ese concepto) y me cuesta defender el trabajo artístico de estos tipejos. ¿Le compras a Bono cuando se le muestra caminando por poblaciones pobres y saludando a los niños? (Está bien, escribió One y puede hacer lo que quiera, de acuerdo) ¿Le compras a Martin con su pinta de mino superstar declararse sorprendido cuando, oh sorpresa, la entrada más barata a su show equivale a un tercio del sueldo mínimo del país? Jaja, el muy imbécil no encontró nada mejor para su conciencia que regalar un par de entradas a quienes lo esperan afuera del hotel… Sin comentarios.
Por eso importa si te gusta Coldplay. Porque da VERGÜENZA ponerlos en el winamp o dejar la radio que los toque. ¿Qué se creen? ¿Que por hablar cosas lindas, se ganan la simpatía del público? Que lata. Mientras más se intentan acercar a la gente, más la cagan, porque no creo que se den cuenta que deben haber pocas cosas más alejadas de la realidad que hacer una presentación a la chucha del mundo y cobrar 40 lukas por cabeza.

P.d.: Y cómo se llaman los otros integrantes de Coldplay? Jaja, yo tampoco tengo idea.

La vuelta que no deja

A propósito de la entrada en vigencia de Transantiasco y todos lo cambios que traerá, existen algunos puntos que me quedan en el aire.

Cuando Lagos prometió una reforma al sistema del transporte público, los usuarios movieron la cabeza asintiendo, convenciéndose que cualquier cosa que venga sería mejor de lo que hasta ese momento tenían.

De eso, casi 5 años. Lamentablemente, hoy no duele cuando los medios presentan el proceso de adaptación a este nuevo sistema. Lo que duele es imaginarse a esa persona que se levantaba a las seis de la mañana para llegar a la casa de los patrones a las ocho en punto, a la misma que hoy le piden “el esfuerzo” de levantarse antes para tener que tomar 3 micros y hacer el tremendo aro para llegar a ver al mismo jefe, ganar la misma mugre de plata. (Las ganas de cagarse al de abajo).

Tal vez la misma mentalidad del chileno llevó a las autoridades a copiar un modelo de transportes ajeno. Lo que lamento es que se haya licitado el intangible más vapuleado del santiagüino: la calidad de vida. Que haya sido adjudicado al peor postor, porque si antes te demorabas una hora en llegar y ahora te demoras dos o más, ufff… tiempo que podrías gastar en lo que sea, menos en que se te pase la vida en una micro. Aún no conozco a la persona que tome micro por placer y deje el auto en la casa, ¿conoces alguna?

Me gustaría que se supiera quién diseñó esto. La mente siniestra y desconocida. ¿Viajará en micro?, ¿sabrá de transbordos, de andar con la mochila llena o maleta?, ¿se levantará antes de las seis de la mañana para llegar a la pega?, ¿se quedará dormido en la micro o en el metro?

Complicada es la situación. Sin embargo, yo prefiero pensar que las cosas tienen una “buena intención”, pero hay cosas que simplemente me cuesta ver. Por ejemplo, las estaciones internodales del metro o las que se espera que reciban a una gran cantidad de pasajeros. Antes de la implementación del sistema, la estación La Cisterna (recientemente inaugurada) ya era un asco. De antemano se sabía que se implementaría el Transantiago y que se duplicarían los pasajeros, pero ¿qué se hizo? Parece que no mucho, porque salta a la vista que es estrecha e incómoda. Es cosa de darse una vuelta no más. No resiste mayor análisis.

Pero démosle la oportunidad y pongámosle empeño como usuarios. Ojalá funcione y que los escolares y toda la fuerza laboral capitalina que vuelve en marzo no dejen agonizando el sistema, ya que de otra forma la primera lluvia derrumbará todo. No quiero sonar más negativo (aún), pero ¿no es el sector de Gran Avenida con Américo Vespucio (donde está la mencionada estación La Cisterna) uno de los que SIEMPRE se inunda? Es de esperar que alguien haya recordado ese pequeño detalle.

P.d.: Me pregunto si será más fácil hacer colapsar el sistema, porque así parece. Ahora que el metro debe traer “al doble de personas”, si me tiro en kamikaze a la línea del metro en hora punta y suspendo el servicio, ¿dejo la cagá en todo Santiasco, cierto?

Nearly God

Tenía una ampolla en el pie. Por eso llamé.
Lo del calor es lo de menos. Igual estaba sudando en el asiento trasero. Tenía sed y de perrente la santiaguina imbécil se come el PARE.
Yo esperaba una chantada de esas escandalosas que azotan a todos los tripulantes del bólido, pero no. Mi vieja me sorprendió con una maniobra pistera como un Fitipaldi experimentado. Le hizo el quite al auto, se fue contra la esquina y se subió a la vereda, pasó entre árbol y reja para volver hacia la calle. Si siguen atentos la mancha del acéite que empezó a caer, verán la violencia de la maniobra.
Por suerte nadie salió herido. El negro-móvil o la “nave espacial” no le pegó a nada. Ni a la reja, ni al árbol, ni a una señora con un cabro chico que atinaron a hacerse un lado, ni al auto que se nos venía encima.
Ni siquiera me dio miedo. Sólo atiné a bajarme. A revisar que mi mamá y mi hermana estuvieran bien y, por supuesto, (por si alguien ya lo dudaba) a putear a la conductora a cargo del auto irresponsable.
No es por ponerme cuático, pero si mi vieja no le hubiera hecho el quite, algo más habría pasado. La muy estúpida de la santiaguina iba con el auto lleno de cabros chicos sin cinturón de seguridad.
Yo también.
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