¿A qué le temes, gatito? ¿A la oscuridad?, ¿a las mentiras?. Tal vez lo que más llama la atención de todo esto es la imagen mental que se está formando dentro de nosotros con los ojos cerrados y no lo que podemos ver y palpar directamente con nuestros sentidos.
Personalmente le tengo más miedo a una crisis interna, no del mercado, sino que dentro mío, que ya no tenga ganas de seguir poniéndole el hombro a la pega, por más que la odie y la desprecie.
Porque pega hay. Mal pagada, mal considerada o sin proyección, claro que hay. Últimamente llama profundamente la atención cómo los avisos que ofrecen pega piden profesionales titulados, con estudios de idiomas, movilización propia y disponibilidad para la jornada completa, todo por $200 lucas. (¿Alguien quiere comentar algo al respecto?)
Tal vez el problema no sea la crisis en sí, sino el cómo la afrontamos de mejor manera para que no nos haga bolsa. “Es un asunto de confianza”, me dijeron hace un par de días. Claro que es un asunto de confianza, no hay otra forma de explicar por qué los gringos iniciaron todo cuando ya no pudieron pagar sus créditos hipotecarios inflados de aire al fingir que lo que tienen vale más de lo que realmente tienen. La confianza, como base de las relaciones humanas, en la economía se convierte en axioma y sin ella, todo se puede derrumbar como un precioso castillo de naipes. (Forget about your house of cards, and i’ll do mine, te suena?)
Día a día miles de personas son despedidas de sus trabajos en un afán empresarial de no irse al cuerno. Eso dicen las informaciones que aparecen día a día, camufladas con los partes noticiosos que anuncian que la empresa de telefonía número uno del mundo (por ejemplo), con una fuerte presencia en nuestro país, “ha visto reducidas sus GANANCIAS en un tanto porciento”.
Infamia, porque no es que PIERDAN plata, sino que reciben menos que el año anterior y digamos que la cifra tiene hartos ceros en billetes verdes, no es moco de pavo. Queda la duda si con esas “exiguas ganancias” podrán mantener sus costos operacionales, pero bueno, parece que no, porque de otra forma no eliminarían tantos puestos de trabajo.
Estamos hablando de firmas que de un solo sopetón recortan su personal en más de diez mil trabajadores, y no es sólo una empresa, son varias y todos los días. Imagínense que a nivel local, con sólo paralizar la construcción de “el mayor centro comercial de Latinoamérica”, Cencosud, la firma de Horst Paulmann, rescindió de los servicios de más de mil trescientos trabajadores y al día siguiente los medios ya tildaban el proyecto de “elefante blanco”. Son más de mil personas en la calle, cada uno con señora, familia y sus deudas a la misma cadena de Mr. Paulmann.
Multiplica, saca la cuenta.
Hoy todo es excusa y miedo. Podrías incluso usar esto de la crisis para ir al siquiatra y que pedir licencia por estrés, porque temes perder la pega. Da para todo, en serio. La semana pasada vinieron los dueños argentinos de Litoral y claro, con la mejor cara de quien se levanta a las 5 am, fue un agrado estrechar la mano de tan promisorio empresario, delgado, bien vestido, de pelo tomado bien tirante y con una colita. No me habría extrañado que al salir de este templo del trabajo, el mandamás haya montado una chopper recién estrenada del taller Orange County Choppers.
Mientras tanto, todos saltones aquí y en todos lados. Que se viene la reducción de personal, la supuesta reducción, claro. Que marzo es el mes. Pero me llama la anteción que nadie tenga idea de lo que pasó la semana pasada y que, personalmente, creo que tendrá más incidencia en nuestra vida que todos los vaticinios de esos economistas temblorosos que saben más que nosotros de esto, de la misma forma como los políticos son expertos en movilización pública transantiaguina.
Me refiero al hecho que los mandamases del Banco Central decidieran dejar la incercia del calor capitalino para anunciar una medida altamente esperada: la baja de 250 puntos base en la Tasa de Política Monetaria (TPM) realizada por el Banco Central; lo que significa pasar de un 7,25 a 4,75%.
¿Guat?
Bajan los intereses, cabrito, ahora no te van a cobrar tanto para prestarte plata y podrás comprar más barato el departamento en el que querías pasar encerrado por años y la renovación de tu tocomocho no saldrá tan salada.
Se espera que con una medida tan fuerte como esta se reactive la economía, pero las primeras reacciones no fueron las esperadas. Las expectativas de crecimiento se reducen y dos factores continúan su tendencia a la contracción más que a la expansión: el dólar y el precio del cobre.
La divisa verde se asustó al ver que la tasa en Chilito era casi igual que la de los gringos. Mala onda. Bajó $14 pesos en sólo una jornada para quedar en $583. Así que si quieres, puedes aprovechar para salir de vacaciones al extranjero. The time is now.
Por otra parte, el cobre, también conocido como “el sueldo de Chile” siguen con la flecha para abajo, tirándose un piquero en la arena húmeda, registrando una caída de “sólo” un 58% durante el mes de enero, en comparación con igual periodo del año anterior… ¿algún comentario?
A esto agreguemos el alza del precio del transporte en Santiago realizada la semana pasada, como es una medida relativamente contradictoria. Lo digo porque al cumplirse dos años de la implementación de este precioso sistema, el Metro pasó a redondearse su tarifa en $400 piticlines por viaje en horario bajo. Está bien, se tiene que reajustar, pero esta medida aparece en la misma semana en que los transportes de Valparaíso anuncian el acuerdo entre el ministerio del ramo y los dirigentes del transporte público del puerto. Yo digo que rememos todos para el mismo lado, en serio.
A mi me gustaría creer que todo esto es como de mentiritas, pero esas cifras muy manoseadas como las del desempleo (bienvenidos dobles dígitos!), del IPC (bienvenida nueva canasta!) y la flexible expectativa de crecimiento me hacen dudar. ¿Que cuidemos la pega? Claro, como siempre, no sea irresponsable. Pero más que andar preocupado y miedoso por la crisis, tal vez sea el momento de abrir bien los ojos y no salir arrancando cuando la ola crezca y crezca. Hagámosle frente, sin bajar la vista, tome aire y aguante. Piense en su familia, en sus amigos y ojala que todos sepan nadar o por lo menos flotar. Es cosa de concentrarse, digo yo.